Artículo publicado en la Revista de Acción Educativa. 

Justa Freire, compañera de caminos junto a D. Ángel Llorca
allanadora de nuestros senderos…
…hacedora de sueños

Zamora marca el inicio de su vida en 1896 (Moraleja del Vino) y el de su alumbramien­to al mundo de la pedagogía, ya que será allí donde recibe el premio extraordinario de su promoción. Tras su paso por Casillas (Ávila), es en el Grupo Escolar Cervantes donde todos sus sentidos se embriagan con la fértil realización de las más diversas tareas educativas, recorrido que realiza en trece apasionados años hasta que gana las oposiciones a dirección y asume la del nuevo colegio Alfredo Calderón donde inunda sus pasillos con el mismo proyecto innovador en el que había participado. Desde el mismo colegio, por indicación del gobierno de la República, ya en tiempos de guerra, atiende a los niños que permanecen en Madrid, situación que debe dar un giro para pasar a colaborar con D. Ángel Llorca en las Comunidades Familiares de Educación de El Perelló, donde son trasladados los niños en busca de una vida serena de familia en este período de guerra. El gobierno la nombra inspectora-visitadora de Colonias, hasta llegar a ser Delegada nacional de la Infancia evacuada.

Al finalizar la guerra es encarcelada en la Prisión de Ventas, allí realizará labores de alfabetización y talleres de encuadernación con las presas más jóvenes. entre las que se encontraban las Trece rosas. Su fructífera vida toca fin a los 63 años de edad y con un bagaje cultural y pedagógico que rebosa los límites del buen hacer.

La propia Justa nos recuerda, desde sus escritos, que los primeros años de la vida del niño marcan los rasgos esenciales de la personalidad y hemos de reflexionar cuida­dosamente para descubrir cómo debe de ser nuestra actuación: ayudándole libre­mente en el descubrimiento de su entorno y de su mundo. Todo ello desde un ambiente familiar de libertad. donde se cale como un aliento suave un ambiente de hogar, de familia, de crecimiento seguro, donde la escuela sea la prolongación efectiva y amorosa de la familia, y esta unidad forme un todo que haga del niño un ser completo.

Así surgen imbricados el juego y la cultura, donde aquél marque las líneas de aprendizaje de esta y donde la misma no abandone nunca a aquél en su desarrollo. La libertad y la independencia, la libertad para elegir que lo que queremos es jugar, sino el juego se desvanece, desaparece, se transforma en obligación pautada y deja de existir: y la independencia, independiente el juego de todo binomio preestablecido, de la verdad, de lo moral, del idioma…

Y entre todo este caudal surge la mirada ávida del educador, que busca más allá, que descubre, que se sorprende en el abismo infinito de los ojos del niño, que nos presen­ta al niño en todo su ser, en toda su totali­dad como persona y como descubridor nato de un nuevo mundo que le pertenece.

Y nos presenta a la maestra al mismo nivel de observación que al niño… lo que nos da un juego de miradas equilibrado, que nos sugiere, que nos embruja y a partir de ahí nos conmueve y nos convence.

El valor y el sentido educativo del juego, primordial, básico, algo más allá de lo lúdico, como formador de lenguajes, de experiencias compartidas, de orden, de respeto hacia el otro, de generador de ilusión, de enriquecimiento personal y grupal.

Y por detrás de todo ello, como siempre, el eco suave de las palabras serenas de D. Ángel resuena como el más ardiente e intenso sonido: envolviendo, en un cálido abrazo, a ese niño del pasado con este lector del presente…

Decía Justa en uno de sus bellos escritos: “Magnífica noche de luna. ¡Qué lástima que haya guerra! Yo que necesito tan poco para ser feliz: trabajo y paz”. Y es este el llamamiento que desde esta, nuestra Escuela, os queremos hacer, desde esta Escuela os proponemos bien poco para ser felices: Juego y paz.

La actividad libre con juguetes
La propia esencia de los juguetes en la escuela para jugar

Hay cajas con tacos de madera de diferentes colores: mosaicos de maderas finas: anillas colocadas en un cilindro; cír­culos y rectángulos de maderas de colores muy vivos: figuras de plomo y de madera para hacer pueblos: bolos pequeñísimos. etc., etc. Estos materiales se emplean para que los niños jueguen libremente, con la sola condición de respetar las cosas que son de todos. Se agrupan según sus gustos. Toman de lo que hay lo que les parece mejor y lo llevan a sus mesas o a un rincón de la clase, los suelos son de linóleo y están limpísimos. Juegan. La sala ofrece un con­junto muy agradable y variado: aquí tres o cuatro que han querido hacer figuras de plastilina. Allá otros tres que hacen figuras insospechadas con los rectángulos, círcu­los, etc., de maderas finas: en otra mesa los futuros arquitectos hacen puentes por los que pasan ferrocarriles pitando (ellos natu­ralmente); en aquel rincón varios cargan con sacos un pequeño auto y transportan cosas; en una mesa, hacen hasta las silue­tas que nos parecen más difíciles con lente­jas colocadas unas al lado de otras; por la clase dos o tres mariposeando sin hacer otra cosa que mirar lo que hacen los otros… La maestra observa, interviene, ayuda a los que la necesitan, llama la atención cariñosamente a los que juegan menos ordenadamente y cuando comprende que debe terminar el juego poco a poco, por grupos manda recoger y colocar las cosas en sus sitios para que a la hora de salir todo esté ordenado. Si es educativo jugar bien respetando las cosas, también educa ordenar y guardar con gran cuidado los juguetes para que los compañeros de otra clase los encuentren perfectos. Es un deber profesional del maestro dejar todo lo que maneja en su lugar para que los com­pañeros no tengan que tacharle de des­cuidado: hay que ser ejemplares; no nos cansaremos de decirlo nunca.

Toda nuestra actividad queremos darla «en función de la actividad del niño» para que cada uno llegue donde le permitan sus posi­bilidades.

Cultivamos el juego libre que recrea de veras y deja intacta la personalidad del niño recreándose y gozando de su propio actuar. El trabajo queremos que sea orientado más cada día hacia la libre actividad que hace del trabajo una obra de arte del niño. Juego libre y libre actividad para que él sienta cuando trabaja creando el mismo placer que cuando juega: vida plena. Trabajo y juego en un ambiente familiar de convivencia y colaboración en contacto siempre con objetos bellos.

El lenguaje y el juego lo fundamental en las clases de pequeños

Toda nuestra actividad queremos darla. repetimos, «en función de la actividad del niño».

Actividad libre – Con los elementos de que disponga la escuela debe ensayar el maes­tro muchas veces que los niños actúen libremente. Entonces es cuando como en el juego puede observarlos mejor el maestro atento y sacar de estas observaciones finas sugestiones para su futuro hacer. Los pequeños son capaces de infinito número de realizaciones con tacos de maderas de diferentes colores, con carretes, cuerdas, arena limpia en bandejas, plastilina, papel, lapiceros, etc., etc.

El juego libre, los juegos populares y las danzas regionales

Mientras los maestros de párvulos no ten­gan una preparación adecuada para hacer con los niños danzas regionales y ejercicios rítmicos, deben cultivar con toda finura el juego libre, los niños pequeños han de jugar mucho. El maestro debe procurar que jueguen bien; jugará con ellos. El juego es el fundamento de la escuela de párvulos; en los juegos libres los niños son espontáneos y los artistas de su propia obra. Que no aprendan jugando; que jueguen mucho y que trabajen poco, pero que el trabajo tenga una fina orientación para que el niño llegue a trabajar con el mismo gusto y arte que pone en sus juegos.