Artículo publicado en Acción Educativa Revista Pedagógica Nº 98. Mayo de 1998.

En una maleta cabe todo lo que necesitamos para vivir. ¿Qué se pierde primero, la maleta o la vida? Que se lo pregunten a Walter Benjamín. En esta maleta que hoy abrimos por primera vez meteremos todo lo que más falta nos haga. Y es que tenemos necesidades: pasamos hambre, frío y alguna pena. queremos comer, acercarnos al fuego y cantar. Queremos vivir en paz.

Ya está abierta la maleta. Acérquense a estas páginas con la lectura o la escritura, quien conozca la estremecedora diferencia que supone «llenar la maleta» y «hacer la maleta». Y quien no la conozca que le pregunte otra vez a Walter Benjamín.

La lectura de los escritos inéditos de Ángel Llorca (véase Alonso, Elisa y Alcazar, María Jesús: El legado de D. Ángel Llorca. Boletín Informativo n° 77. Acción Educativa. Marzo 1993) nos descubre la figura de un gran maestro que desarrolló su vida profesional entre 1889 y 1936, representativo del mejor hacer docente de su tiempo y cuyas ideas pueden transferirse, con toda vigencia, a la escuela actual.

De su ideario pedagógico es interesante destacar la importancia que da a la actividad escolar: actividad del alumno y actividad del maestro (siempre la del maestro al servicio de la del alumno) porque el maestro deberá aprovechar y canalizar toda la actividad de los alumnos «para hacer hombres libres y pensadores«.

Esta es una constante en sus escritos, diarios personales, memorias de viajes, proyectos escolares, notas a programas, conferencias… y de dos obras que dejó inéditas:

  • La escuela vivida. 1890 a 1933: memoria sobre sus experiencias e inquietudes profesionales, y
  • Las colonias escolares y las escuelas al aire libre en su aplicación al mejoramiento de la salud y de la enseñanza primaria: reflexiones escritas en los últimos años de su vida sobre diversas cuestiones educativas, divididas en cinco apartados, de los cuales el II: La enseñanza primaria, y el IV: Lo que debe ser la escuela primaria, son los, más relacionados con las ideas aquí analizadas.

Insiste Llorca que la actividad del maestro ha de darse en función de la actividad del niño: «¿Qué debo hacer yo para que el niño haga y para que haga a gusto y para que haga todo lo que le consientan sus posibilidades?«, decía a los maestros en la Semana Pedagógica de Pamplona en 1932. Y en La escuela vivida. 1890 a 1933 repetía: «Un sólo método: la actividad del maestro en función de la actividad del niño«.

Si el niño es activo en su casa y en la calle, hay que dejar que siga siendo activo en la escuela: «El niño ha de ser activo, el niño lo es, déjese que lo sea. No se estorbe su acción» (La enseñanza primaria).

¿Qué tipo de actividad propone Llorca? En las notas manuscritas de 1901 escribía: » …que vean, que piensen, que hagan, que hablen«. Y en notas de años posteriores aclara: «Mirar y ver, hablar de los visto, escribir y leer lo escrito, pasar de lo inconsciente a lo consciente, experimentar, dibujar, construir. La escuela ha de mover a la acción. Observar, pensar, contrastar lo observado y lo pensado, decidir para obrar«.

Al niño se le ha de capacitar para trabajar por sí mismo: «cada niño se educa en la medida de su esfuerzo«. En un cuaderno de notas de 1901 escribía Llorca: «Hay que acostumbrar a los niños a observar y pensar por cuenta propia desde la más tierna edad. Es el único modo de tener hombres pensadores. Es la única manera cíe conseguir hombres libres… Un hombre que no sepa ver sino lo que los otros le enseñan y se reduce a repetir lo que otros piensan, será siempre esclavo, aunque la ley pretenda hacerlo libre«. Y, al final de su vida profesional, cuando reúne todas sus vivencias en La escuela vivida. 1890 a 1933, vuelve a insistir que el hacer escolar del alumno debe ser: «observar, reflexionar, imaginar, exponer, plantear cuestiones, medir, contar, dibujar, leer, escribir, construir con las manos o con el intelecto y manejar libros«.

Para que esta actividad sea realidad el maestro debe crear el medio que lo facilite, debe hacer para que el niño haga y hablar para que el niño hable, colaborando con todos y trabajando con todos, «porque se educa el niño, no es el maestro quién educa«.

El contenido sobre el que realizar esta actividad es otro aspecto interesante en la pedagogía de Ángel Llorca: se debe trabajar «con hechos de la propia vida de los niños, de la vida de todos y de todo, …el ir y venir a la escuela, el sol que sale y se pone, los que nacen y mueren, los caminos del cielo, del suelo, las plantas, los animales, las personas…» escribe en unas notas que titula El hacer general de las secciones.

En el informe que envió a la Exposición Pedagógica de Bilbao en agosto de 1905 ya exponía: «…las llamadas a la realidad son continuas. Me esfuerzo para que los niños no sean ajenos a nada de cuanto a su alrededor ocurre. Aspiro, en cuanto quepa, a que la escuela sea imagen de la vida«.

Y en unas notas manuscritas que acompañan a lecciones preparadas para el Grupo Escolar Cervantes explica: «En todo lugar donde el maestro ejerza su profesión encontrará un grupo más o menos numeroso de personas que viven y conviven en una porción mayor o menor de la superficie del planeta en la que concurren tales o cuales circunstancias económicas, político–sociales, culturales, históricas, geológicas, geográficas, climatológicas, astronómicas, etc. y esta porción de tierra está unida de alguna manera al resto de la superficie del planeta, y este grupo de gentes vive enlazado con otros grupos que tienen recuerdos de hechos pasados y aspiraciones que se proyectan en el porvenir, y de esta realidad ha de servirse el maestro para su hacer escalar«. Está claro que Llorca no propone limitarse a la vida cotidiana, ésta la tomará el maestro como base, para de ahí enseñar a ver todo. «La vida del lugar donde se vive le ofrece a la escuela un número inagotable de temas de labor referentes a todas las materias escolares y la escuela ha de poner especial cuidado en no falsearlas ni convertirlas en ñoñerías«. (La escuela vivida. 1890 a 1933).

Entre las actividades escolares Llorca destaca las de Lenguaje, en todas sus manifestaciones: «oír hablar y hablar, oír leer a los que leen bien y de buenos autores, retener lo que se oye leer, recitar, escribir, leer lo que se escribe y lo que ve escribir, leer a los mejores autores y formar el gusto literario oyéndoles leer primero y leyéndoles después, conocer la formación de la lengua y su evolución, Gramática, Literatura, será el hacer fundamental de la escuela”.

Para estas actividades da al libro un valor especial, pero no en el sentido tradicional de libro de texto. En 1905 escribía, en el ya mencionado informe que envió a la Exposición Pedagógica de Bilbao: «He tenido que transigir con los libros de texto. Confieso que fracasé cuando intenté suprimirlos«. En notas posteriores expone su concepción del valor del libro: «La escuela pondrá libros a disposición de los niños para perfeccionar la lectura, para leer en común, cuando el niño sepa leer y pueda leer cualquier libro«. Para esto aconseja a los maestros que pongan los libros al alcance de los niños para que los usen cuando sientan deseo de leer, procurando que los usen «limpiamente y con la mayor delicadeza«.

La distribución del tiempo para la realización de las distintas clases de actividades escolares es muy flexible y amplia; no se encuentran en las notas de Ángel Llorca modelos de los clásicos horarios, sólo normativas generales:

  • por la mañana las actividades de carácter intelectual, 
  • por la tarde las actividades manuales y artísticas,
  • a la hora de entrada se tendrán tiempos libres de charla entre maestros y alumnos y alumnos entre sí,
  • los recreos no serán sólo tiempos de juegos, se entenderán como tiempos libres en los que el alumno pueda leer, conversar, realizar algunas actividades manuales o salir a jugar,
  • todo «sin apresuramientos, cada uno a su compás, sin cansancio ni aburrimiento». (La escuela vivida. 1890 a 1933).
  • y para los alumnos que lo precisen tiempos especiales: «Que los alumnos deficientes puedan trabajar en ejercicios especiales, organizados para remediar sus deficiencias, durante una, dos o tres horas, todos los días, con un maestro«.

En el abundante material de lecciones preparadas por este maestro hay que destacar que no aparece ninguna nota referida a exámenes. En 1904 escribía en sus notas personales: «lo que no cabe es corregir los trabajos«, refiriéndose a corregir para calificar, evaluar. Aconseja que el maestro no debe corregir, debe observar, señalar posibles faltas para que el niño procure descubrir las suyas y las corrija, «poniendo al niño ante sí… para que se habitúe a juzgarse«.

No se puede dejar de destacar lo importante que es para Llorca que el niño se habitúe a una actividad libre y disciplinada al tiempo; «la disciplina no ha de ser una imposición. Lo ha de imponer el medio y ha de surgir del interior«. (La enseñanza primaria). Es necesario que los alumnos encuentren un ambiente escolar que les permita moverse con libertad por todas partes, tanto para trabajar individualmente como para actividades de colaboración.

Y un dato más: para Llorca no termina en la escuela la actividad del alumno: «lo que pueda hacerse fuera de la escuela no ha de hacerse en ella«. (La escuela vivida. 1890 a 1933). Visitas a museos, exposiciones, excursiones, son otras tantas actividades que pondrán al alumno en relación con la vida.

En resumen, en este educador el activismo es uno de los postulados fundamentales de su ideario educativo:

  • el alumno ha de estar activo, con una actividad libre, disciplinada y responsable,
  • la actividad del maestro ha de estar en función de la actividad del alumno,
  • todo el ambiente debe favorecer esta actividad del alumno y del maestro.

Estos principios, inspirados en los dos movimientos renovadores más representativos del momento, la Institución Libre de Enseñanza y la Escuela Nueva, fueron puestos en práctica en el Grupo Escolar Cervantes, de Madrid, centro que dirigió Ángel Llorca desde su creación en 1916 hasta 1936, año de su jubilación. La actividad lograda por Llorca y el equipo de maestros que reunió en torno a él sigue teniendo una vigencia indudable en la escuela actual.

Mª Carmen López Lucas
Grupo de trabajo “Legado Ángel Llorca de Acción Educativa”

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